lunes, 27 de septiembre de 2010

Mi folosofía de vida.

  ¿Por qué la mayoría de las personas, cuando tenemos un pensamiento más o menos profundo, nos referimos a él como filosofía? ¿Acaso somos filósofos o hemos estudiado alguna carrera universitaria? Muchas de las personas y, yo me incluyo en esta larga lista, nos creemos en posesión de la verdad absoluta al hablar sobre algún tema más o menos místico o misterioso o fuera de lo común. ¡Cuan equivocados estamos!
  ¿Por qué la mayoría de las personas tenemos algo de temor a lo desconocido? ¿Acaso no nos podemos imaginar ni pensar que lo que nos va a venir puede ser mejor de lo que tenemos? Muchas personas y, yo me incluyo en esta larga lista, confiamos más en lo que ya tenemos que en lo que el futuro nos tiene reservado para nosotros, somos cobardes ante nuevas situaciones, ante nuevos retos…
  ¿Por qué la mayoría de las personas juzgamos a alguien sin a penas conocerlo? ¿Acaso somos tan ciegos y estúpidos a la vez, de creernos los mejores del mundo? Muchas personas y yo entre ellas, nos creemos lo que vemos y no vemos el interior de las personas. Muchos juzgamos sin saber ni ver más allá de lo que nuestros débiles ojos nos permiten observar, somos unos auténticos necios.
  Y así podría seguir horas y horas elaborando preguntas, cuestiones infinitas que no hacen nada más que poner en entre dicho nuestros más profundos cimientos de la vida, de nuestros principios más básicos de la existencia: ¿somos mejores que los animales?, ¿somos más inteligentes que el resto de las personas?,… A veces nuestras inquietudes hacen tambalear nuestra conciencia y nuestro ser.
 
  Todos nosotros pensamos de manera más o menos similar, pero todos somos diferentes. Todos tenemos nuestra teoría, nuestra hipótesis, nuestros pensamientos, nuestras maneras de obrar, pero hay “algo” que nos asemeja: el poder de pensar.
  El pensamiento, facultad que poseemos todos los seres vivos de nuestra querida Tierra, muy olvidada por algunos hombres y, digo bien al referirme sólo a la raza humana y no a la totalidad de los seres que pueblan este maravilloso planeta (que por cierto, no es tan grande como alguno de nosotros puede pensar, ya que por ejemplo, el astro rey, el Sol, podría albergar en su interior hasta la totalidad de 1 millón de Tierras). En la Tierra tenemos cabida todos los seres, grandes o pequeños, bellos o feos, carnívoros o herbívoros, inteligentes o tontos,… Todos tenemos derecho a morar en este planeta. Cuando digo todos me refiero también lógicamente a los animales, a las plantas, a los árboles, en definitiva, a todos los seres vivos.
  A veces me he preguntado y he cuestionado sobre la inteligencia de nosotros ante los animales. Ahora, a mi edad no tengo ninguna duda sobre quién posee este don, si nosotros o “ellos”: sin duda alguna, “ellos” son mucho más sabios e inteligentes que nosotros. Quizá, quien lea esto podrá pensar que estoy equivocado, no me importa y no me avergüenza el volverlo a decir: los animales (o sea, “ellos”) son más inteligentes que los hombres. Cuando estudiaba ciencias naturales, me explicaron que existían los animales racionales y los animales irracionales, nosotros nos incluían en el primer grupo porque podíamos razonar las cosas, teníamos la capacidad del pensar.
Pero ahora me doy cuenta que los animales racionales no somos nosotros sino “ellos”: nosotros matamos por placer; violamos a niños; quemamos bosques; nos movemos por el “puto” dinero; tenemos nuestras vidas programadas al minuto (no comemos aunque tengamos hambre hasta que no sea la hora convenida por la sociedad); mentimos e incluso pisamos a nuestros compañeros por conseguir un ascenso en nuestro trabajo; en definitiva, venderíamos a nuestra madre por placer.
  En cambio, “ellos”, matan para poder comer, para subsistir; atacan para proteger a sus familias; comen cuando tienen hambre; y, después de esto, ¿aún tienes dudas sobre quién es más inteligente?

  La vida es un don  que todos poseemos, no es menos cierto el pensar en que hay personas que tienen menos suerte que otras, que son menos afortunadas; personas que parece que todo les sale bien y, otras que todo va en su contra. Pero la suerte, a veces depende de nosotros mismos, la suerte no te viene, hay que ir a buscarla. Ante la adversidad lo único que tenemos que hacer es plantarle cara, echarle coraje al problema y, afrontarlo con optimismo. Tenemos que pensar que no todo son casualidades para un sabio, el esfuerzo puede ayudar a la buena suerte. Mi “filosofía” es que ante la adversidad, no te hundas; ante los problemas, lucha; ante las dificultades, mantente firme; se siempre positivo ante la vida, se optimista.

  En cierta ocasión, cuando expliqué que escribía cuentos, se rieron de mi afición, al principio me dolió, no por el hecho de que se rieran, sino porque me sentí como si me cortaran las alas de la libertad. El escribir puede llevarte a infinidad de pasajes, de aventuras, puedes convertirte en ese héroe que llevas dentro y nunca te atreves a sacarlo fuera; puedes desconectar de este mundo e imaginarte situaciones nuevas que tu “ego” más profundo desea realizar; al escribir puedes decir una frase o una palabra relevante que puede ayudar a alguien a mejorar su vida.
A pesar de las risas del momento, yo sigo con mis quehaceres y, aquí estoy otra vez, sentado delante del teclado escribiendo mis filosofías: no debemos pensar que nuestro tiempo ha pasado, mientras estemos aquí, siempre habrá algo para aprender y mucho por hacer.

  Antes de proseguir con mi filosofía de vida, permitidme que os cuente una historia que sucedió hace mucho tiempo:
  “Cuenta una leyenda muy antigua, que había un árbol en mitad de la nada. Cuentan los más antiguos del lugar, que este árbol, a pesar de su soledad, tenía un don: todo el que se acercaba a él, cuando se alejaba, se iba con una sonrisa dibujada en la cara. A pesar de este don mágico, las estrellas vieron al árbol llorar y, en el Cielo hubo una asamblea: acudieron todos los Planetas, todas las Estrellas del firmamento (incluso la Estrella fugaz se mantuvo quietecita un instante), todos los asteroides (sí, ese también fue), incluso se acercó despacito el Sol, nadie absolutamente nadie quiso perderse dicha reunión. Todos tenían cosas que decir y todos querían aportar su granito de arena para que ese pobre árbol no se sintiera tan sólo ni tan triste: Mercurio fue el primero en tomar la palabra: podríamos contarle un cuento a la hora de dormirse y así tendría buenos sueños y estaría contento por la noche, sugirió. El segundo en hablar fue Venus, puede ser buena idea pero no es lo suficiente porque sólo estará contento por la noche y, el resto del día, llorará;… y, así, uno por uno fueron hablando y, al final del día se llegó a una conclusión: el mejor regalo que le podemos hacer al árbol es nuestra Amistad.
  A partir de ese día, todas las Estrellas, todos los Planetas del Universo, todos los Asteroides, todos los Meteoritos y, todos los cuerpos celestes, cuando tenían un momento libre, lo dedicaban para estar al lado de ese árbol mágico que tanto les había ayudado con su don.”
  No hay que ser muy listo para entender el significado de este cuento (o quizás sí, porque nosotros no somos “ellos”): La Amistad puede curarlo todo, incluso la tristeza.” Pero nunca olvides que para tener un amigo, sólo falta un requisito, serlo. Los buscadores de oro, mataban por el preciado metal; los piratas buscaban tesoros en alta mar; los hombres buscan poseer grandes fortunas; y, nadie es capaz de darse cuenta de que el mayor tesoro que tenemos es un amigo.

  Siguiendo con mi filosofía, permíteme hacer un paréntesis para escribirte un par de frases que he ido recopilando desde jovencito:
  “La vida se ha de tomar con amor y con humor. Amor para comprenderla y humor para sobrellevarla.”
  “La vida incluye, entre otras muchas cosas, un viaje gratis alrededor del sol todos los años.”
  “Lo importante no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano.”
  “Un buen líder no acapara toda la gloria, pero sí acepta toda la responsabilidad cuando salen mal las cosas.”
  “Si quieres amar a Cristo, tu amor tendrá que abrazar al Mundo entero.”
  “La sonrisa cuesta menos que la electricidad y da más luz.”
  “La vida es así, sólo tienes que disfrutarla.”
  “Con dinero se puede comprar todo, menos la amistad.”
  “No es más ciego el que no tiene ojos, sino el que no quiere ver.”
  “El que te habla de los defectos de los demás, a los demás habla de los tuyos.” (Esta frase no es mía, sino de una amiga).
 
  Mi consejo es que vuelvas a leer detenidamente cada frase que te he escrito y la analices, puede que encuentres esa luz que ibas buscando y no encontrabas desde hace tiempo.

Pues bien y, ya para terminar te contaré otra corta historia basada en mi filosofía de la vida:
  “Hace muchos, muchos años, el Mundo vio nacer a un niño. Este jovencito estaba en el andén de una gran estación, una estación enorme en la que iban a parar infinidad de trenes, de ferrocarriles. Cada tren conducía a un destino diferente: al aburrimiento, a la curiosidad, al entusiasmo, a la euforia, a la alegría, a la duda, a la apatía, a la verdad, al trabajo, a la felicidad, al amor, a la paciencia, a la cobardía, a la locura, en definitiva, conducían a los sentimientos y cualidades de los hombres, también iban al deseo, al egoísmo, a la pereza, a la envidia, al olvido, a la Fe, al triunfo, a la pasión,…
  A medida que ese niño iba creciendo, iba acumulando distintos destinos en su haber; cogía un tren y bajaba al final del trayecto y, a veces, el tren que sólo tenía un final, se encontraba con otro final; por ejemplo, el que tenía como término al trabajo, a lo mejor también tenía al éxito. El que su final era el amor, a lo mejor también poseía la felicidad.
  Ese joven poseía la virtud de poderse bajar del tren antes que llegara a su recorrido final. Entonces se encontraba en otra gran estación, un poco más pequeña que la primera, en la que también iban a parar mucho trenes, menos que en la estación de origen. Era entonces cuando el joven se subía a otro ferrocarril que le conduciría a otro destino. Y así sucesivamente, hasta llegar a la penúltima estación, cuando ya sólo podía sentarse en un banco, mirar hacia atrás y ver todo lo que había ido acumulando durante su largo caminar por la vida. Ahí, en la estación, esperaría su último tren, la muerte, que le llevaría a un final donde todos, sin remisión, vamos a parar.”

  Esta historia me la contó un amigo, un gran amigo de la infancia, que por desgracia, el último tren se lo llevó siendo muy joven…

Pues bien, he aquí parte de mi filosofía de la vida. Todo lo que he dicho, tanto los cuentos como las frases son parte trascendental de mi manera de pensar. Y, no quisiera despedirme, sin antes citar unas palabras de un erudito: “La vida, filosóficamente hablando, es una mezcla del presente y de nuestros deseos de futuro.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario