viernes, 29 de octubre de 2010

El enemigo de la juventud. (las drogas)


Anoche me sentí triste y empecé a recordar tiempos pasados en los que lo único que nos importaba a mis amigos y a mí era divertirnos sin temor a una represalia por parte de nuestros padres. Eran otros tiempos, eran tiempos en los que el jugar y el deporte era nuestra pasión.

  No hay que decir que los tiempos han cambiado mucho. Ahora, para la juventud, sólo vale salir de copas y coger una borrachera hasta caerte por los suelos. La mezcla del alcohol con productos estupefacientes está a la orden del día. Son muchos jóvenes que disfrutan metiéndose “mierda” en el cuerpo. De esta manera, dicen, logran llegar a un “clímax” de autovaloración que de una forma sana no pueden alcanzar…

  Considero bastante estúpida esta forma de ver la vida. Es decir, que para divertirte necesitas evadirte de todo y de todos. Estos son los efectos de tales drogas de diseño y píldoras con las que la sociedad tiene que “jugar”. Menudo futuro nos depara la sociedad que necesita de una ayuda artificial e incluso, mortal para poder tener una noche “diez”.

  No hay una noche en que los efectos nocivos de tales drogas, no se lleve por delante la vida de alguno de nuestros jóvenes. Es lamentable no concienciarse de este mal que rodea a la juventud. Tendríamos que intentar abrir los ojos de los cegatos para que puedan salir libremente a tomar unas copas o a bailar en una discoteca, sin necesidad de “meterse” nada en su interior. Hay muchos que piensan que el hecho de fumar unos porros no ocasionan ningún mal a su cuerpo. Quizás no perjudiquen tu cuerpo, pero desde el momento en que dejas de ser tú al notar los efectos de tal porro, porque te crees que eres “mejor” y te sientes que puedes comerte el mundo y a todo lo que se interponga en tu camino, ya te está afectando y manipulando como si fueras un vulgar títere, cuyos hilos de tu vida los está moviendo el humo de la inconsciencia y de la estupidez del porro que te acabas de tragar.

  Ya no hablemos si te metes algo en tu vena. ¡Pero que ingenuo eres al creerte que ante los problemas, con un simple “viaje” los vas a solucionar! Te puedes meter lo que quieras en tu precioso cuerpo, pero nada podrá hacer que tu complicada vida se solucione. Podrás evadirte por un instante, pero ahí estarán. Ten coraje, valor, decisión y coge a tus problemas y remiéndalos para que de una vez por todas desaparezcan de tu vida. La única manera de poner fin a tus problemas es afrontarlos con entereza y, no metiéndote “mierda” en el cuerpo.

  ¿Hasta cuándo la juventud de hoy no será consciente de tal lacra de la sociedad? Respeto a todo el Mundo, respeto a los que se ahogan en un vaso de agua e intentan evadirse, respeto a los que se “ponen” con un par de caladas, pero es indudable que no lo comparto. Prefiero mil veces aburrirme en una fiesta que meterme porquería en el cuerpo. Al final del camino espero que, por desgracia, alguien me de la razón.

  Por último os voy a contar un relato que me contó, en cierta ocasión, un amigo de la infancia: “Dicho amigo es profesor de un instituto en la ciudad de Barcelona, y con el transcurso de los años, ha ido “ganando” amistades y “perdiéndolas”. ¿Quién no recuerda al “profe” que te amargó la existencia durante el paso de nuestra vida como estudiantes…? Vayamos al grano. Mi amigo me explicaba que cierto día, paseando por las calles más céntricas de la ciudad condal, y observando los majestuosos edificios que se alzaban sobre su cabeza, se encontró con un vagabundo que lo “asedió”. Este mendigo, con pantalones rotos y descosidos, con un olor a alcohol que era inaguantable, con unos pelos sucios y piojosos, con un jersey que se podía aguantar de pie por la suciedad que llevaba, le preguntó al profesor (mi amigo) si lo reconocía… Mi amigo, perplejo y con un sentimiento de vergüenza ajena, le contestó que no lo conocía. El individuo le dijo que era normal que no se acordara de él, pero él si sabía quién era. Le comentó que el era un exalumno del instituto y, que había asistido a sus clases de joven. Mi “colega” le volvió a repetir con voz interrumpida por la emoción, que lo sentía mucho pero que no se acordaba. Aún así, le picó la curiosidad y, le preguntó cuál era el motivo por el que había llegado hasta tal situación de pobreza y dejadez del ser humano. El mendigo le explicó que la culpa la había tenido que en cierta ocasión le tocó la lotería. Le tocó mucho dinero, y ante tal cantidad de dinero, tuvo nuevas amistades y fue llevando un ritmo de vida por el que no se pudo escapar. Le comentó que sus “nuevos amigos” le introdujeron en el macabro mundo de las drogas. Al principio todo era muy bonito, pero luego, cuando se dio cuenta que eso no le llevaba a ningún término, ya fue demasiado tarde y, no pudo desengancharse. Lo perdió absolutamente todo: el dinero, las “nuevas amistades”, …, pero lo que le dolía más, era que había perdido su dignidad como persona.

  Espero que este relato te haga pensar y, si aún estás a tiempo, no cruces el umbral de la perdición.
  Recuerda siempre que cuando tengas problemas, siempre podrás encontrar a un amigo que te ayude a solucionarlos.

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