lunes, 16 de agosto de 2010

El cómico.

  Hola buenos días o buenas tardes o buenas noches...,lo cierto es que no sé cuándo vas a leer esta historia, pero lo que sí sé seguro es que cuando termines de leerla, dudarás un poco de tus "amigos"...
  Soy un joven al que le gusta mucho viajar y, en el caluroso verano del 87, tuve la oportunidad de visitar París. Es allí, en la plaza de los Artistas, donde cualquier persona anónima puede exponer sus óleos, sus pinturas e incluso ponerse encima de un improvisado escenario y recitar un poema, una historia o cualquier otra expresión artística, donde escuché a un orador contando un cuento, he aquí lo que dijo:
  "Cuenta una leyenda muy antigua, que había un señor al que le gustaba hacer reír a la gente, disfrutaba viendo a las personas felices y riendo cuando él les contaba historias que inventaba, relatos improvisados que él les daba la vuelta y les daba un toque de humor para que fueran alegres y consiguieran dibujar una sonrisa en la cara del que escuchaba sus historias.
  En cierta ocasión, este caballero pensó que si, a lomos de su caballo, recorría los pueblos colindantes, podría hacer que hubiera más personas que se rieran de sus historias y, tenía la idea que de esta manera podría conseguir un mundo más feliz, en que todas las personas fueran más alegres, que fueran más simpáticas y, poder vivir en una tierra sin penas ni desgracias.
  Así lo hizo, y montado sobre su blanco caballo fue a parar a un pueblo en medio de las montañas. A decir verdad, la llegada de tal forastero, levantó gran revuelo entre los habitantes, revuelo que más tarde se convirtió en una gran expectación. Esa noche se alojó en una habitación que había en la cantina del pueblo. Al levantar el sol, después de tomar un trago, llegó el momento que tanto había deseado: hacer reír a la gente. Su actuación tendría lugar en un teatro improvisado para la ocasión en medio de la plaza, había gran multitud de personas, incluso habían llegado ciudadanos de otras aldeas para ver a ese cómico. Pues bien, este señor salió al escenario y empezó a recitar su repertorio, sus historias que tanto habían hecho reír a sus allegados, después de cinco largos e interminables minutos, no consiguió que nadie esbozara ni una sonrisa en sus rostros, desesperado y nervioso por lo acontecido, se dio media vuelta para irse, anduvo dos o tres pasos y, haciendo gala de gran profesionalidad, se volvió hacia el público, se acercó y empezó a contar historias reales de su vida, pero no cosas agradables sino contó sus desgracias, cosas malas que le habían sucedido a él y a sus seres más íntimos, de esa manera y, con gran asombro, hizo reír a todo ese público. Contó relatos que para él eran tristes pero que para el resto de la gente eran historias que les hacía reír a carcajadas. No hay que decir que su actuación fue un rotundo éxito, todas las personas allí asistentes se rieron y fueron felices por un momento. Bien, este caballero, al llegar a su habitación tomó la decisión más triste de su vida: ese era el último día que se dedicaba a hacer reír a la gente y, desde entonces, esa comarca no ha vuelto a sonreír jamás."
  No lo dudes, las personas se alegran de tus males y de tus desgracias, por eso, elige bien al amigo que le vas a contar tu vida.

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